15 abril, 2006

Yo, solamente... ¿tu?
En mi patio oscuro y frío, donde sólo se contemplan los despojos de una mesa coloreada de grietas y arañada con mis pensamientos que derriten mi cabeza en esta odiosa tarea que supone amarte en el exilio de tu delicada y hermosa vida. En esta vieja y despintada mesa es donde cocino estas macabras e ilógicas ideas que termino engullendo, como si estuviese obligado a ello.
Estas ideas van cayendo una detrás de otra, como el pianista inspirado y enloquecido, desata su tormenta de notas, que rasgan el aire viciado de su escondite de amores y odios, de saturaciones y anhelos, de blancos y negros, de lágrimas y sonrisas de niño...
En mi patio gótico y abandonado por la presencia cálida de tu figura, lloro al viento para que te lleve hasta aquí e ilumines mi escondite con tu sonrisa ingenua. Para que entones el sonido de tu voz que me sostiene y hace temblar, a su vez, mi fortaleza corrupta por la luz verdosa de tus almendritas doradas que decoran tu blanco rostro.
Y es aquí en este patio donde caigo una y otra vez, y dónde una vez que consigo levantarme vuelvo a caer desde alturas mayores haciendo mas daño cada vez. Solo el aleteo de las polillas que revolotean alrededor de mi débil lumbre tranquilizan mi sed de poseerte en un abrazo eterno y sellar el dolor cauterizándolo con el fuego de tus ardientes labios...
Triste Romeo