08 febrero, 2006

EXÁMEN DE "INCONSCIENCIA"
¡Noooo! ¿Por qué soy tan estúpido? Vi venir la piedra volando hacia mí, pero sin embargo no me aparté, como si una parte de mí se sintiese atraída ante el hecho de ser aplastada, sepultada sobre la montaña de mis imcompetentes y autodestructivos actos. Como la pirámide de cartas que cae por el propio peso de los errores que se cometen en la construccion de su estructura, caigo yo ahora por el peso de los míos...
Pero resulta ilógico pensar en enmendar tus errores cuándo siempre has podido a evitarlos, cuando sólo bastaba con hacerse a un lado para que la roca no diera de bruces contra tu cara... O quizá no resulta tan fácil como intento aparentar y justificar con ellos mis descuidos y deslices con la autoproclamacion de la condición de una persona vaga, llevada de la mano de la desidia y abanicado con la brisa del conformismo. Quizá no sea tan avispado y despierto como pensaba, a lo mejor soy un unútil, un lisiado del raciocinio...
De hecho si lo pienso una persona inteligente se aleja de aquello que no le conviene, de lo que le perjudica, de lo que no le hace bien. A no ser que sea un masoca, un orgulloso del fracaso... No sé que pensar, cuánto más indago en la naturaleza de mi conducta, mas desorientado me hallo, y caigo en lo absurdo, en fuertes nudos de mi capacidad analítica y de descomposición de la realidad, en un caos de la materia gris de mi cerebro que se coagula y se terminara secando por la falta de riego, por la falta de fluidez de ideas lógicas.
Sea como fuere, no he de engañarme más y resarcir, de una vez por todas, mi comportamiento destructivo, sí destructivo digo, pues acabará por destruírme si no rectifico mi actitud y no me dispongo a cultivar en mi la semilla de la superación personal, del esfuerzo, y del brío en el trabajo, todo ello atado y embasado al vacío en la disciplina y la responsabilidad, para descubrir y conocer, por vez primera, la satisfacción del trabajo bien hecho.
Hágase pues mi voluntad...
Triste Romeo

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