12 febrero, 2006

Lacerada esperanza
Aturdido por el golpe, hice el intento de reincorporarme, más el dolor era abrasador e insoportable, se adueñaba de mi, insesibilizando mis sienes. Cai... no menos de un centenar de veces, y volvi a levantarme otras cien más, negando todo fracaso... Pero la conciencia, al igual que el cuerpo tiene sus umbrales, sus límites... y llegó a alcanzarlos, y sentí miedo, también me encontre sólo, de igual forma me sentí abandonado por mis semejantes, traicionados por ellos, apuñalado, atravesado...

Vi como la esperanza se desmoronaba y como intentaba recogerla con mis manos mientras ésta se deshacía como la más fina de las arenas, y grité, grité tan fuerte que casi me destruyo a mi mismo.
Destrozado psicologicamente me pregunté, otra vez como vencer esta maldita traiciòn que me atormenta noche y día, rasgándome las entrañas con tal fuerza que no me dejaba respirar, ni me prestaba las fuerzas necesarias para pedir ayuda, para quejarme de tan ácido dolor.

Hice el intento de rogar auxilio, pero brotaron espinas en mi garganta impidiéndome escupir palabra alguna...
Lo más duro que he llegado a descubrir mientras yazgo sobre esta fría piedra y rodeado de tan fuertes muros, es que nadie ha de ayudarme, no esta escrito en la negra pizarra del destino. He de salir yo sólo de este agujero en el que habito, mas no es eso lo mas frutrante sino el no lograr encontrar un saliente, una inmunda raíz a la que agarrarme para que me saque de esta oscuridad asfixiante...

¿Qué debo hacer, Dios mío, que debo hacer? Contéstame... ¡te lo exijo!
Triste Romeo

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